El cuerpo humano es una máquina sorprendente. A pesar de su aparente fragilidad, es fuerte y, afortunadamente, ya sea por culpa de accidentes, enfermedades u otros motivos (como malformaciones en el feto), poseemos partes del cuerpo que no necesitamos. Algunas, de hecho, nos resultan útiles en la infancia y otras, son redundantes. De ahí que sea posible perder grandes porciones de órganos vitales y sobrevivir (podemos vivir con solo medio cerebro, por ejemplo).
La evolución se toma siempre su tiempo para hacer determinados ajustes, de ahí que todos acabemos con ciertas cosas que no necesitamos. En el caso de los órganos, ya hemos visto que un ser humano puede vivir con la mitad de su órgano pensante y que incluso somos capaces de llevar una vida relativamente normal sin la presencia de algunos de ellos.