La primera conclusión es que, a los 10 minutos, obligas a tu cuerpo a procesar la cantidad de azúcar indicada para ingerir a lo largo de todo el día, unas diez cucharadas. Pero lo haces de golpe, sin permitir que tu organismo reaccione de forma gradual. A los 20 minutos, todo ese azúcar dispara los niveles de insulina y el hígado comienza a trabajar a marchas forzadas, transformando en grasa la mayor cantidad posible de glucosa.Pasa el tiempo y, a los 40 minutos, es la cafeína la que comienza a alterar otros niveles del organismo. La presión sanguínea y la sensación de nerviosismo aumentan, mientras tus pupilas se dilatan y tu hígado continúa bombeando azúcar.