Es aquella que no responde a ningún
tratamiento específico y que evoluciona de forma
irremediable hacia la muerte en un tiempo corto1-4. En
su evolución a la muerte, la enfermedad provoca un elevado
sufrimiento en el paciente, en la familia y en el profesional
sanitario. Bajo este concepto se incluyen diversas enfermedades,
como las neurodegenerativas, cardiopatías,
neumopatías, hepatopatías y nefropatías, sida
muy avanzado y cáncer que no han respondido a ningún
tratamiento, y son causa de un deterioro progresivo de la persona
hasta que acontece la muerte en pocos meses3,5-7.
Entendida la fase terminal como aquella que transcurre desde la
presentación de una enfermedad que no responde al
tratamiento específico hasta el momento de la muerte, la
supervivencia del paciente es variable dentro de unos
límites (meses o días) en relación al momento
en que se establezca el diagnóstico. En otras palabras, el
momento de incluir a una persona en un programa de cuidados
paliativos depende de la habilidad profesional para reconocer que
la enfermedad ya no responde al tratamiento y evoluciona sin
remedio a la muerte, y que ésta es esperable en un tiempo
corto. La dificultad para detectar esta situación hace que
los pacientes sean incorporados tardíamente a los programas
de cuidados paliativo