Todas las células presentan cambios con el envejecimiento
y por extensión también los tejidos y órganos, ya que
éstas los forman. Con el paso de los años los órganos cambian de forma
gradual y progresiva, con una disminución de su función,
es decir, una pérdida de la capacidad para realizar su
trabajo, y con una menor reserva para realizar sus
atribuciones más allá de las necesidades habituales, de
manera que ante un evento estresante (enfermedad,
cambios en el medio ambiente o en el ritmo de vida,
etcétera) el organismo no puede dar respuesta a un
aumento de las necesidades corporales. Asimismo, la
recuperación del equilibrio interno del organismo se
hace más difícil y requiere más tiempo.