En el segundo estudio, los directivos de las empresas entrevistados fueron puestos ante un escenario moralmente ambiguo. En dicho escenario, una empleada contratada por horas termina su trabajo y se prepara para marcharse a su casa antes de tiempo. Sin embargo, esta persona necesita el dinero de las horas que le restan para completar una jornada completa.
A cada directivo se le presentaron diferentes opciones para afrontar esta situación. Estas opciones iban, desde una muy comprensiva (darle a la empleada el resto del día libre y pagarle las horas restantes) hasta otra muy estricta (no dejar que se marche y buscarle trabajo extra hasta que complete su jornada).
Como se podía esperar, aquellos jefes que se veían a ellos mismos como personas morales tenían más probabilidades de elegir las opciones más extremas: o bien favorecer al empleado o seguir a rajatabla las normas de la empresa. Su identidad moral los motivaba a tomar decisiones extremas.