Desde hace tiempo se sabe que el sexo de un individuo influye de algún modo en la probabilidad de que sufra ciertas enfermedades. Así, la depresión y la ansiedad suelen darse más en las mujeres, mientras que los hombres son más proclives a experimentar determinados desórdenes del neurodesarrollo, como los trastornos por déficit de atención con hiperactividad o el autismo. También son más sensibles al estrés gestacional y a otras condiciones a las que pueden estar expuestos antes del nacimiento, como las infecciones maternas.