En verano pasamos mucho más tiempo fuera de casa y tendemos a comer por ahí, muchas veces sin mirar qué, cuánto ni con cuánta frecuencia. Además, hace mucho más calor, y es por todo esto por lo que los problemas intestinales, como la gastroenteritis y la diarrea, suelen atacarnos con mucha más facilidad.
La diarrea es cuando las deposiciones suelen ser mucho más blandas, o en los peores casos líquidas y que suelen suceder después de un fuerte dolor de estómago o molestos retortijones.
Cuando ya viene acompañada de náuseas, vómitos, fiebre y malestar general, podemos pasar a hablar de gastroenteritis.