Una buena estrategia para que el niño empiece a tomar
conciencia del problema y pueda comenzar a controlarlo, consiste en hacerle
visualizar todo el proceso en forma de imágenes. Podemos ayudar al niño a imaginarse
que en su interior hay un volcán que representa toda su fuerza y energía, pero
que a veces, se descontrola y se produce la erupción. Cuando empieza a
enfadarse, el volcán (que estaría situado de forma imaginaria en la zona del
estómago) se calienta y empieza a producir lava ardiente hasta el punto que, si
no lo controlamos, estalla.