Convertir a un sistema educativo formulado para impulsar el desarrollo de un país como
sólo un competidor más frente a "proveedores" trasnacionales significa contraponer o
someter los intereses de una sociedad o de un Estado a los intereses de un "mercado" que
quiere, precisamente, abolir al Estado mismo o, al menos, cancelarlo en esas precisas
funciones. En este contexto, pues, nociones como "conocimiento" y "educación" dejan de
ser dependientes de un proceso de transformación o de responsabilidad social