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Como prevenir la ind - 0 views

valores y normas sociales en la escuela

started by vanesa castellanos on 24 Jun 13
  • vanesa castellanos
     

    Como prevenir la indisciplina y la violencia en la escuela1
    "Todo es prevenible,
    cuanto menos teóricamente.
    De lo contrario habría que
    sucumbir a cierto fatalismo que
    por esencia es ajeno al quehacer
    científico contemporáneo."
    OVIDE MENIN
    1. PRELIMINAR: RETOMANDO ASPECTOS SUSTANCIALES PARA
    CONSTRUIR UNA PROPUESTA DE PREVENCIÓN
    Procurar alternativas para la prevención de conflictos en el aula yen la
    escuela conlleva un abordaje desde la complejidad. No es posible seguir
    pensando fenómenos y procesos sociales como la formación en valores, la
    construcción de las normas sociales, la violencia o la indisciplina desde
    visiones simplificadas.
    La complejidad de la sociedad y la cultura, de las instituciones educativas y
    de la organización subjetiva de los alumnos, no puede reducirse a análisis
    simples y monocausales.
    El abordaje desde la complejidad supone (re)unir todas las
    dimensiones de los problemas en un tejido único que, a pesar de unir, no
    homogeniza, e incorpora al análisis y a la propuesta misma no sólo los
    procesos estructurales, institucionales y subjetivos sino que, además,
    incluye las dimensiones jurídicas, políticas y legales.
    Pensar desde el paradigma de la complejidad supone apelar a formas
    de conocer e intervenir que no mutilen ni atomicen lo real, que no reduzcan
    el todo a las partes. Nos convoca a aceptar razones diferentes al as propias
    y nos invita a percibir los vínculos que relacionan las ideas y los hechos.
    Para comprender y plantear cualquier estrategia preventiva o
    propuesta de resolución de escenas de conflictos o violencia en el aula y en
    la escuela:
    • hay que conocer los procesos estructurales que impactan y
    atraviesan la institución educativa y el modo en que es percibido por los
    1 Lucía Garay y Sandra Gezmet (2000) afirman en Violencia en las escuelas, fracaso educativo, que "la
    violencia es siempre vincular. Se constituye y expresa entre sujetos, entre grupos, entre colectivos".
    Mientras que "los fenómenos de indisciplina, en cambio, remiten a relaciones pedagógicas, al proceso de
    trabajo escolar; se trata también de conflictos del sujeto, aprendiente o enseñante, pero con objetos.
    Conflictos con el trabajo, con la enseñanza, con el aprendizaje, con el espacio, con el tiempo, con la
    rutina, con las normas y los hábitos que son indispensables para trabajar en la escuela y lograr
    resultados".
    actores, aun cuando la resolución de los procesos estructurales escapen
    alas posibilidades de los directivos y docentes,
    • hay que considerar los efectos de la violencia institucional. Las
    propias características de la institución generan, no pocas veces, un
    ambiente de tensión y de rebelión reprimido o, específicamente, ciertos
    actos realizados por directivos o docentes, que tienen efectos violentos,
    independientemente de la intencionalidad manifiesta de violentar o no de
    estos,
    • hay que analizar y comprender los comportamientos y las
    expectativas de los alumnos que han cambiado notablemente en las ultimas
    dos décadas.
    En el marco de la complejidad y del entramado de instancias,
    proponemos como unidades de análisis para las intervenciones en el aula y
    la escuela a las escenas que protagonizan sujetos singulares en el seno del
    microsistema institucional donde se manifiestan.
    Escenas que posibilitan pensar la complejidad de fenómenos tales
    como:
    • la violencia,
    • la indisciplina,
    • la formación en valores,
    • la construcción de las normas sociales,
    a partir de la articulación de diversas dimensiones intra y extramuro:
    estructurales y coyunturales, políticas y económicas, sociales y culturales,
    singulares y familiares, institucionales y pedagógicas. Y, fundamentalmente,
    analizando las posibles articulaciones entre:
    a. Mundo de la vida: que nos configura como sujetos constructores de
    normas, como fuerzas instituyentes.
    b. Norma: como el discurso instituido y el poder que conlleva a
    institucionalizar los procesos vitales.
    c. Visibilización: como la fuerza que procura evidenciar y transparentar
    las tensiones, los conflictos y las formas de superarlos.
    d. Invisibilización: como la fuerza que lleva -a sujetos e instituciones- a
    ocultar los conflictos (Cfr. Ghiso, 1998: 6).
    Planteamos analizar las articulaciones posibles entre estas instancias,
    porque ellas marcaran diferentes caminos que podrán llevarnos a prevenir
    tensiones y conflictos, o todo lo contrario. Es muy diferente pensar nuestra
    práctica desde el mundo de la vida (desde la construcción de normas y
    desde los procesos instituyentes) que desde la tradición instituida o reglada
    (desde la norma). Como también es muy diferente plantear nuestras
    acciones desde el ocultamiento de las tensiones y conflictos o desde la
    visibilización que los ubica como el motor de los posibles cambios.
    Así, podemos encontrar propuestas institucionales, planteadas desde la
    tradición normativa y desde la invisibilización, o propuestas institucionales
    que asumen el conflicto como un componente dinamizador y son pensadas
    desde los movimientos instituyentes de los propios sujetos, o cualquiera de
    las otras posibilidades combinatorias entre las cuatro instancias señaladas.
    2. ALTERNATIVAS PARA LA PREVENCIÓN DE CONFLICTOS EN EL
    AULA y EN LA ESCUELA
    2.1 La clase como escenario para aprender y convivir y prevenir
    fenómenos de indisciplina, conflictos y crisis
    I
    La escuela, afirman F. Dubet y D. Martuccelli (1997), era concebida
    como una institución que transformaba las normas y los valores en
    personalidades. ¿Será posible pensar que la escuela de fines de siglo XX y
    principios del siglo XXI cumpla con esta función?
    Las condiciones estructurales y coyunturales han cambiado
    significativamente en las últimas décadas. La globalización de las políticas
    económicas y culturales, las pautas de la postmodernidad, los mandatos del
    mercado y las consecuentes políticas educativas, el deterioro de la función
    docente y de su propio salario, sus condiciones de trabajo y de formación
    profesional y las contradicciones que envuelven la practica institucional y
    áulica, han impactado de modo notable en la escuela.
    Las teorías vigentes hasta hace un par de décadas han sido
    desbordadas por nuevos contenidos, sentidos y modos de manifestarse
    viejas problemáticas como la violencia. En este marco, nos encontramos
    con situaciones de violencia física que conmueven a la sociedad y a los
    padres aunque, sin embargo, las formas más corrientes y alarmantes son la
    intimidación y el hostigamiento (Cfr, Garay y Gezmet, 2000: 05).
    "Los espacios escolares son penetrados por la sociedad desde muchas
    vías, lo que ha producido el abandono de su ideario, su esperanza de lugar
    de paz. Son lugares de conflictos. No es que antes no existieran los
    conflictos, pero antes los negábamos, no los mirábamos o decíamos que no
    podían ser. Al transformarse estructuralmente las condiciones sociales y
    materiales del contexto hace que los escenarios institucionales de la escuela
    sean atravesados por fenómenos de malestar, conflicto y crisis. Muchos de
    los cuales violentan: las escuelas y los procesos básicos de enseñanza y
    aprendizaje; las funciones socializadoras de las familias; la necesaria
    relación entre estas y las escuelas y, por sobre todo, violentan los vínculos
    sociales y pedagógicos que constituyen el fundamento de todo proceso
    educativo" (Garay y Gezmet, 2000: 06).
    En este contexto, es importante que alumnos y docentes puedan
    reflexionar y analizar situaciones conflictivas contemporáneas e históricas,
    situaciones cotidianas en las que ellos mismos estén involucrados,
    situaciones directas e indirectas, simbólicas y físicas, próximas y lejanas, e
    intentar la búsqueda de alternativas no violentas en la cotidianeidad del
    aula.
    Como señaláramos, es posible hallar modos alternativos de ser en lo
    personal y modos de organización institucional que permitan formular
    propuestas con el propósito de tender a cambiar actitudes y conductas por
    medio del trabajo en tomo al conocimiento, las normas sociales y los
    valores y el respeto por las diferencias.
    Las escuelas deben propiciar formas de relación y mecanismos de
    convivencia que posibiliten (re)construir pautas de socialización, que
    regeneren los lazos sociales y articulen nuevos sentidos para un saber
    estar en el mundo.
    II
    Como señaláramos en el capítulo uno, el nuevo modo de plantear los
    contenidos explicita lo que realmente se pone en juego en la práctica
    pedagógica desde siempre, los conceptos y sistemas conceptuales, los
    procedimientos, y los valores y las normas sociales.
    La legitimación de estos últimos abrió un conjunto de preguntas que
    giraron en tomo a cómo y cuando trabajar las normas y valores en el aula,
    a la posibilidad de abrir espacios específicos para la formación de los
    alumnos y a los modos para generar cambios de actitudes y,
    consecuentemente, prevenir problemas de disciplina e incluso, prevenir
    actos violentos, particularmente aquellos referidos a la violencia simbólica
    como, por ejemplo, la intimidación o el hostigamiento.
    En este marco y con respecto a los espacios de enseñanza y de
    aprendizaje, estimamos conveniente reflexionar, al menos un momento,
    acerca del tiempo que se dedica al aprendizaje de las normas y valores, con
    respecto al tiempo que se dedica al aprendizaje de la lengua o de las
    ciencias sociales. Y lo que es más importante, en la cotidianeidad de la
    práctica áulica no se tiene en cuenta o no se trabaja sistemáticamente
    sobre las normas y los valores cuando se enseña matemática, lengua,
    tecnología o arte.
    Las normas y los valores están presentes en todo momento y en todas
    las acciones en el aula. Por lo tanto, si no se trabajan conscientemente y
    con intencionalidad pedagógica, se corre el riesgo de generar, en la misma
    práctica pedagógica, valores diferentes a los propuestos.
    Toda práctica social está siempre delimitada por normas y valores y en
    ella siempre se manifiestan: actitudes y conductas, conocimientos e
    ignorancia, afectos y pensamientos, creencias e ideologías; por ello, los
    docentes tendrán que trabajar los contenidos actitudinales en todo
    momento, deliberadamente y en el marco de proyectos áulicos e
    institucionales.
    Pero lo paradójico es que no siempre coinciden las normas sociales y
    los valores de los alumnos y de los docentes y las de estos con respecto a
    las normas institucionales. Razón por la cual la normatividad escolar será
    valorada de diferentes maneras y cada uno de ellos la expresará a través de
    determinados juicios y actitudes que le son propios.
    En efecto, no pocas veces se presenta una situación controvertida
    tanto para los alumnos como para los docentes. Pero es, justamente, a
    partir de la visibilización de las controversias, las tensiones y los conflictos,
    desde donde se puede plantear la práctica áulica e institucional. Y no
    trabajar con los parámetros con los que se enseñó tradicionalmente, desde
    donde se transmiten conocimientos prefabricados y se utilizan premios y
    castigos para conseguir que los alumnos den respuestas correctas, como si
    estos fueran recipientes que se limitan a contener lo que se vierte en ellos.
    Las normas sociales solo pueden hacerse propias cuando cada uno las
    (re)construye, de la misma manera como ocurre con los conceptos y los
    procedimientos.
    Las normas sociales no se aprenden por la mera transmisión que realizan
    los docentes: son (re)construidos en su interacción con los otros, al crear y
    coordinar relaciones significativas
    Cuando se utilizan sanciones y premios se estimula la moral de
    heteronomía. Mientras que, cuando se favorece el intercambio de puntos de
    vista entre los alumnos para la toma de decisiones, se favorece la
    construcción de una moral de autonomía.
    Proponemos que la práctica educativa apunte a generar una moral
    autónoma, de tal modo que los alumnos puedan gobernarse a sí mismos, en
    función de criterios, normas y valores propios. De lo contrario, nos
    encontraríamos con alumnos heterónomos, con alumnos pasivos y
    obedientes, lo cual no solamente no facilita la construcción de
    conocimientos sino que lo dificulta, en tanto no permite establecer
    relaciones significativas entre los puntos de vista distintos en la toma de
    decisiones.
    Por su parte, los premios, el castigo y la recompensa refuerzan la
    heteronomía e impiden la construcción de la autonomía. Los docentes, como
    los padres, suelen utilizar este tipo de estímulos para que los niños "se
    porten bien" u obtengan "buenas notas", pero lo que no lograrán de este
    modo es que los alumnos construyan genuinamente las normas sociales y
    los valores y, por lo tanto, no lograrán cambios en sus conductas y
    actitudes.
    Los niños suelen realizar las tareas u obedecer sólo por la recompensa
    o por miedo al castigo. Se ejerce así el poder de los adultos que logra
    gobernar a los niños según sus propios deseos y mantener a estos
    obedientes y heterónomos, ejerciéndose -más allá de las intenciones- actos
    violentos e, incluso, pudiendo generarse determinado clima áulico o
    institucional y ciertos modos de relaciones vinculares que pueden producir
    hechos de violencia o indisciplina.
    III
    Procurar alternativas para la prevención de conflictos en el aula
    conlleva abordar fenómenos y procesos sociales como la formación en
    valores y la construcción de las normas sociales desde el paradigma de la
    complejidad, y ello implica analizar la pluricausalidad de los fenómenos y
    apelar a las múltiples instancias o dimensiones que permiten comprender
    las causas y consecuencias y los propios procesos de producción y
    prevención de conflictos, crisis y malestar.
    Debemos incitar a los alumnos a que construyan por si mismos sus
    propias normas sociales y reducir nuestro poder sustentado en premios y
    castigos.
    No es a trabes de la obediencia que se adquieren las normas sociales y los
    valores, sino a trabes de la cooperación y el intercambio de puntos de vista
    con los demás, por medio de relaciones no coactivas.
    Por lo tanto, proponemos plantear la práctica educativa desde una
    postura ética y fundarla en:
    • el respeto por el otro,
    • el respeto por la diversidad de opiniones,
    • el respeto por las creencias e ideologías,
    • el respeto por las costumbres y los intereses de cada uno,
    • el respeto por la historia singular y los conocimientos, y
    • el respeto por la propia ignorancia de cada alumno.
    Si ubicamos a la ética como eje de la práctica docente no será
    necesario crear ámbitos específicos para procurar el aprendizaje de las
    normas sociales y los valores. Esto implica trabajar cotidianamente e
    involucrarse mutuamente entre docente y alumno en el marco del respeto
    mutuo y "abrir el aula" para que estos puedan construir sus propios
    conocimientos, normas y valores. Y ello supone, a su vez, por parte del
    docente, un corrimiento del lugar de quien todo lo sabe y todo lo puede y
    favorecer el intercambio de puntos de vista entre los alumnos a partir de
    problemas comunes que estos tendrán que resolver en forma cooperativa.
    Una tarea que los obliga a diferenciarse, a escuchar y tolerar la postura del
    otro, a tomar decisiones por sí mismos y alcanzar acuerdos.
    El respeto por el otro constituye uno de los ejes de toda práctica social.
    Pero trabajar desde la ética supone diferenciar y aceptar la diferencia como
    un valor para no discriminar y para no generar malestar, conflictos o
    situaciones de crisis.
    Proponemos fundar la práctica áulica en la diversidad y tratar de
    generar alumnos autónomos que puedan crear libremente y gobernarse a sí
    mismos.
    2.2 Los valores, las normas sociales y la autonomía como ejes
    transversales2
    2 En el Centro Educativo N° 23 Dr. Carlos Juan Rodríguez de la ciudad de San Luís (Argentina), se
    estructuró una propuesta curricular considerando dos ejes transversales (institucionales): el uso social de
    las nuevas tecnologías y el desarrollo del juicio moral autónomo en el niño. Este último se implementa a
    través de la labor áulica diaria y del desarrollo de asambleas de alumnos, planificadas con carga horaria
    fija semanal dentro de la estructura curricular. En el marco de esta propuesta, donde la autonomía
    constituye uno de los ejes centrales, se tornó necesario redefinir las modalidades de actuaciones posibles
    de los alumnos y elaborar y consensuar una propuesta institucional, donde la enseñanza y el aprendizaje
    de los conceptos, los procedimientos, las normas sociales y los valores se den, simultáneamente, en el
    mismo proceso yen el marco de las mismas practicas e interacciones cognoscitivas y sociales. Y, a su vez,
    dichas interacciones serán posibles, solamente, si se habilitan contextos y escenarios precisos en el marco
    del Proyecto lnstitucional. En este sentido las asambleas constituyen los escenarios para general
    situaciones de aprendizajes grupales y compartidos a partir de una tarea común con el propósito de que
    sea resuelta en forma con junta y cooperativa. Ya que sólo la posibilidad de que cada alumno
    (re)construya sus propias normas sociales y valores permitirá un aprendizaje comprensivo y genuino de
    las mismas.
    La escuela constituye un espacio institucionalizado de socialización
    secundaria y en ella se estructura una trama de relaciones involucradas en
    el proceso de formación en valores y adquisición de normas sociales, donde
    la normatividad específica que orienta y regula el funcionamiento de la
    escuela esta constituida por diversos contenidos: la legislaci6n educativa y
    el discurso de la política educativa, el proyecto institucional y el proyecto
    curricular; las planificaciones áulicas y las estrategias didácticas, y la
    práctica escolar cotidiana.
    En este marco, y considerando que en la escuela todo puede ser un
    valor (las instituciones, las relaciones, los objetos, etcétera), es que cobra
    sentido pensar y plantear a la autonomía y a los propios contenidos
    actitudinales como ejes o temas transversales.
    La idea de transversalidad, si bien surge en el marco de la estructura
    curricular tradicional, procura "hacer entrar" a la escuela un con junto de
    temas de alta significatividad social. Pero, ¿qué define que un tema sea
    transversal?
    Los temas son transversales:
    • cuando no son considerados como contenidos de un área
    curricular específica y se alinean en otra dirección (en forma transversal),
    desbordando las áreas y los años, y
    • cuando son planteados a partir de criterios metodológicos
    específicos: como núcleos u organizadores temáticos en tomo a los cuales
    se trabajen todos los contenidos posibles, independientemente de que se
    correspondan con un área curricular u otra.
    Las normas y los valores y la propia autonomía pueden ubicarse como ejes
    transversales en tomo a los cuales trabajar, sistemáticamente -en la
    cotidianeidad del aula y la escuela-, todos los contenidos curriculares
    posibles.
    De esta manera, las normas y los valores y, específicamente, la
    autonomía, pueden ubicarse como un eje transversal y operar como núcleo
    u organizador temático en torno al cual giren los (demás) contenidos
    curriculares.
    Eje transversal que tendrá que plantearse a partir de problemáticas
    específicas y contextualizadas y, consecuentemente, ligado a lo cotidiano.
    Así, los contenidos cobran un nuevo valor al servicio de otras finalidades y
    su funcionalidad se torna visible para los alumnos.
    Los temas ubicados como transversales ofrecen la posibilidad de tender un
    puente de coherencia entre la cotidianeidad de los alumnos y la de la
    propia escuela.
    Por su parte, como señalamos precedentemente, también es posible
    proponer modalidades de trabajo a partir de la cooperación grupal, de tal
    modo que solamente puedan lograr el producto si se solidarizan y cooperan
    entre sí.
    Si la solidaridad, la cooperación y el respeto mutuo se ubican como
    condición necesaria para resolver la tarea en el aula, se ponen en juego,
    todo el tiempo, determinados valores y normas sociales que la delimitan y
    que son, justamente, aquellos que se prevén en la planificación más
    optimista.
    Por ejemplo, cada grupo total podrá trabajar en sub-grupos de tres,
    cuatro o cinco alumnos en el marco de proyectos diferentes o de subproyectos
    que se desprenden de un proyecto presentado par el docente. Por
    lo tanto, la cooperación y el aprendizaje del trabajo grupal se torna
    imprescindible. Cada grupo se irá construyendo y constituyendo a partir de
    la afiliación y de la pertenencia al mismo, de la pertinencia con la tarea y el
    tema elegido y de la cooperación en las acciones. Sólo de este modo, un
    subgrupo podrá acordar el tema y el modo de resolverlo.
    En este sentido, los docentes tendrán que trabajar en el marco del
    respeto mutuo y, consecuentemente, respetar la diversidad de creencias,
    costumbres y, en general, la historia singular de cada alumno, tendiendo a
    promover que cada uno construya, en forma autónoma, sus propios valores
    y normas sociales y sean capaces de gobernarse a sí mismos.
    Todo ello supone favorecer la interacción y la cooperación entre pares
    para la resolución conjunta de tareas que problematice a los alumnos y los
    lleve a tomar decisiones autónomas. Por lo tanto, la ética tendrá que
    constituir el pilar que sostenga la práctica pedagógica.
    2.3 Las asambleas como dispositivos de prevención de problemas
    psico-educativos
    Indudablemente, los hechos violentos constituyen verdaderos
    analizadores de la práctica institucional y pedagógica, que ponen en relieve
    la trama de instancias que los constituyen. Pero, ¿será necesario esperar a
    que ocurran hechos violentos o actos de indisciplina para -recién- ocuparse
    de esta problemática en la escuela?
    lndependientemente de que, en ciertas circunstancias puedan
    producirse hechos violentos, proponemos seguir pensando a la escuela
    como una institución donde se adquieren críticamente normas y valores. Y,
    en este sentido, planteamos en los capítulos precedentes alternativas para
    pensar:
    • los contenidos actitudinales en términos de normas sociales y
    valores,
    • los modos de construcción de las normas sociales y de formación
    en valores en la escuela,
    • ciertos criterios y estrategias para acelerar la adquisición de
    normas y valores, y
    • experiencias tipo específicas para abordar cotidianamente en la
    escuela y en el aula las normas y valores, a partir de la construcción y
    reconstrucción de contratos pedagógicos en el marco de escenarios
    específicos y sistemáticos como son las asambleas.
    En este sentido, proponemos a las asambleas como dispositivos para
    pensar, no solamente, modos de intervención sino de prevención de
    problemas psicoeducativos, a la vez que constituyen verdaderos
    analizadores de la práctica educativa.
    La cuestión nuclear es hacerse cargo -institucionalmente- de la
    formación de los alumnos, transparentar los conflictos y considerarlos como
    situaciones esperables y lógicas y como componentes dinamizadores de los
    procesos de aprendizaje. Analizar los conflictos en el marco de la trama que
    los constituye y posibilitar que los alumnos construyan en forma autónoma
    sus propios contratos pedagógicos en el marco de las instituciones sociales.
    Para ello, los directivos y docentes tendrán que dejar de considerar al
    alumno (niño) como un sujeto protegido por derechos adquiridos y ubicarlo
    como un sujeto titular de derechos civiles y políticos y trabajar para que
    cada alumno conozca y tome conciencia de que cada derecho le demanda
    un deber, que posibilita a su vez el derecho del otro.
    Planteamos un modo de abordaje institucional a partir del cual, en el
    propio Proyecto lnstitucional, tendrán que definirse los tipos de relaciones
    sociales y cognoscitivas que se propiciarán, de los que se desprenderán las
    estrategias didácticas en virtud de los fines institucionales.
    Así, el dispositivo de asambleas -en tanto espacios para analizar y
    consensuar las propuestas y problemáticas que los alumnos deseen o
    necesiten plantear- podrá permitir la construcción y reconstrucción de tratos
    y contratos pedagógicos que posibiliten, a su vez, la adquisición de normas
    sociales y valores en el marco de la construcción de los deberes y derechos
    de los alumnos.
    2.4 La mediación y la negociación como estrategias de prevención y
    resolución de conflictos
    La mediación y la negociación constituyen estrategias alternativas para
    la resolución de conflictos en el ámbito escolar, que cobran sentido en el
    marco

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