Después
de un discreto nacimiento del concepto sociedad de la información
entre los años setenta y ochenta del pasado siglo XX, cuando lo
planteó el investigador norteamericano Daniel Bell, para resaltar
el valor estratégico y el enorme impacto social, económico, político
y cultural de la información en tanto que materia prima de las
sociedades industrialmente avanzadas; a principios de los años noventa
se complementó de repente este concepto con la noción de sociedad
del conocimiento, y todo ello no sólo para reconocer la importancia
social y económica que tenían la información para generar conocimiento,
sino para que se supiera que era parte real de un valioso producto
común que surgía de todas aquellas tecnologías o industrias, fueran
culturales o no, dedicadas a la generación o transmisión del conocimiento
en los países industrialmente avanzados y en algunos casos, en vías
de desarrollo.