La edad a la que los niños empiezan hablar es muy variable. Los más precoces emiten sus primeras palabras antes de los doce meses, mientras que los más rezagados se toman otro año adicional para decidirse a hablar. Estos últimos pueden después ponerse al día en pocos meses o arrastrar su retraso durante años. Un estudio de la Universidad de Stanford parece indicar que el tiempo que los padres (o cuidadores) dedican a hablar con los más pequeños podría marcar la diferencia.