la protección ha de orientarse a facilitar la generación de fuentes de rentabilidad alternativas, q superen la rentabilidad económica del mero acto de creación d los contenidos
¿dónde está la rentabilidad económica? en el autor q no solo genera contenidos, sino q los gestiona. qué sabe encontrar un valor en el uso q hace de esos contenidos.
Y surge una segunda figura, desligada del autor: el remezclador creativo, como el comisario d exposiciones. Q encuentraun valor y una rentabilidad económica en la búsqueda y relación de contenidos generados por otros.
Reflexionar sobre el paralelismo con el arte. Duda: cuándo surge la figura del comisrio? cuando puede crear cualquiera, nos olo unos pocos privilegiados?
Bueno, Carlos, en la Edad Media los artistas eran artesanos, una "casta" (no muy alta, por cierto) de profesionales colegiados en gremios.
Así siguen las cosas durante el Renacimiento, aunque a partir de entonces los artesanos transgredirán el hermetismo de sus disciplinas, de manera que el mismo sujeto pinta, esculpe, proyecta edificios y te alicata el baño.
Pero tras la Revolución Francesa, el surgimieno de la clase burguesa, y en particular con la llegada del Romanticismo la cosa cambia. El artista deja de ser un profesional que vive de su trabajo para convertirse en un sujeto que, con independencia de su profesión, siente la pulsión de crear. Nace el concepto romántico de genio, artista maldito, bohemio, mal pagado y, en definitiva, no profesional. Es por tanto a partir del Romanticismo cuando CUALQUIERA PUEDE SER ARTISTA.
Este mito se sobrevalora desmesuradamente y pervive en nuestros días junto a otras fórmulas, desde los más profesionales (como los arquitectos, que siguen con su gremio y todo), hasta los más artesanos (como los guionistas de cine). Pero a finales del S.XX surge junto a todos los anteriores un nuevo tipo, uno que ya no es creador, ni artesano, ni vendedor, ni empresario, sino un batiburrillo de todo ello a la vez: EL CREATIVO. Alguien que hace algo y lo vende, incorporándole un componente de creación, pero cuya misión no es crear en sí, sino vender (publicistas), desarrollar (programadores), etc. Al creativo el derecho de autor le importa, en principio, menos, porque no vive del reconocimiento de su talento por el público en general, sino de los proyectos concretos que coloca en un mercado especializado. Su producción suele ser "a medida", con un único comprador (un anunciante, una empresa de software...)
En un último giro del perfil del creativo, gracias a las redes digitales, por fín éste comienza a dirigirse directamente al público en general, de manera que, ahora sí, tiene que plantearse cómo va a gestionar s
Otras vías de remuneración
ha reclamado la legítima posesión de sus derechos y su disponibilidad