El ejército romano se hallaba muy estructurado, aunque su organización cambió con el paso del tiempo. En tiempos de César, la unidad mínima era la centuria, compuesta por 80 hombres y mandada por un centurión. Dos centurias hacían un manípulo; tres manípulos componían una cohorte, con 480 legionarios, y diez cohortes integraban una legión, que, en orden de batalla, formaba en tres filas.
El equipo básico de un legionario se componía de un yelmo, un protector dorsal o cota de malla, un escudo circular o rectangular, una daga, una espada y una lanza arrojadiza.
Al final de la marcha, las legiones levantaban campamentos siempre con el mismo trazado, aunque el tamaño variaba según albergase una cohorte, una legión o un ejército entero. Si el ejército quedaba estacionado durante mucho tiempo, el campamento se convertía en semipermanente o permanente, siendo levantado con materiales más duraderos.
Rodeado por un foso y un muro y de planta rectangular, lo cruzaban dos grandes vías, que daban a su vez a cuatro puertas. Las partes principales eran el praetorium, donde se asentaba el Estado Mayor y el forum, para celebrar las asambleas militares. Las legiones se disponían en hileras paralelas de tiendas, en cuyos extremos se situaba la del centurión.
Los legionarios se incorporaban al ejército, tras un periodo de dura instrucción, para servir durante veinte años. Los campamentos de legionarios, diseminados por el Imperio, aseguraban la protección de las provincias de tan vasto territorio, que abarcaba 60 millones de habitantes.
Unidad Didáctica sobre el tema de la belleza y la fealdad basada en el mito del Juicio de Paris. Elaborada por Pepa Botella Pérez y Javier Sánchez Martínez.
No se comprende ni la formación ni el mantenimiento del vasto Imperio Romano sin un poderoso ejército bien equipado, entrenado, pagado y bien alimentado. Las famosas legiones aseguraron, dentro de su diversidad, la unidad de los territorios ocupados, pero no solo fueron un elemento de conquista sino, también, de civilización, urbanismo y promoción social.
Este curso, ofrecido por el Departamento de Derecho Privado de la Universidad Carlos III de Madrid a los alumnos del primer curso de Humanidades, centra sus contenidos en el papel desempeñado por las mujeres en la sociedad romana de la antigüedad, y analiza su grado de participación y presencia en algunas dimensiones de la actividad humana desde el ámbito doméstico más privado, hasta el social, cultural y político. El programa se articula en diez lecciones con sus correspondientes textos de apoyo. Cada dos unidades se plantean actividades relativas a los contenidos tratados. Los temas tratados son: El modelo femenino Lección 1. El modelo femenino en la literatura y otras fuentes. Lección 2. El derecho y la diferenciación de sexos. La sexualidad femenina Lección 3. Modelo y contravención del modelo. Lección 4. La sexualidad femenina y el Derecho romano. Las mujeres romanas y su participación en la política Lección 5. La organización político-constitucional en los primeros siglos de la historia de Roma. Lección 6. La mujer, la Res Publica y el poder. Mujeres en la cultura Lección 7. La educación en la Roma antigua. Lección 8. Mujeres doctae. Formación, promoción de la cultura y creación literaria. La mujer en la actividad económica y financiera Lección 9. La economía romana. Lección 10. El patrimonio de las mujeres y su participación en la economía.
"Según la leyenda, Roma fue fundada en el año 753 a.C. por los gemelos Rómulo y Remo, que habían sido amamantados por una loba. Roma se situó a orillas del Tíber, en un punto donde el río se estrecha. Asentada sobre el monte Palatino, era un lugar de paso para rutas comerciales como la Vía Salaria y otras calzadas.
En su origen, Roma fue una aldea de pastores provenientes del los montes Albanos y Sabinos. En algo más de 200 años, los romanos conseguirán liberarse de los etruscos. Poco a poco iniciarán su expansión, primero por la costa del mar Tirreno; más tarde ocupando toda la Italia central y, finalmente, tomando la Magna Grecia.
En la Historia de Roma se distinguen tres grandes periodos: Monarquía, República e Imperio.
La Monarquía se extiende desde el siglo VIII hasta finales del siglo VI a.C. Época de fuerte influencia etrusca, en ella surge el Estado romano y se crea un nuevo sistema político.
En el año 509 a.C. los romanos, libres ya del yugo etrusco, instituyeron la República. En el siglo III, una vez conseguida la unidad de Italia, comienza la expansión del Estado romano por el Mediterráneo, en la que los romanos deberán derrotar a su gran rival, Cartago, en las llamadas guerras púnicas. La primera de ellas, entre los años 264 y 241 a.C., se salda con el paso a manos romanas de las islas de Córcega, Cerdeña y Sicilia.
En la Segunda Guerra Púnica, el cartaginés Aníbal derrotará a los romanos en Tesino, Trebia, Trasimeno y Cannas. En respuesta, Publio Cornelio Escipión partió en dirección a Hispania y venció a los cartagineses en Ilipa. Con la batalla de Zama, en el año 202, Roma vencerá a su principal enemigo, convirtiéndose en la primera potencia del Mediterráneo.
En la Roma republicana, el Foro era el centro de la vida política y pública. Atravesado por la Cloaca Máxima, que vertía sus aguas en el Tíber, cerca se encontraba el templo de Vesta, en el que las sacerdotisas debían mantener el fuego sagrado.